lunes, 15 de julio de 2013

Cuando todo lo que queda es tesis

      Dicen que la adolescencia es la etapa más complicada de todas, pero si hay una excepción a esa regla soy yo. Cuando estaba en bachillerato era el ser humano menos complicado de todos: nunca me importaron las fiestas, ni los chicos, ni ser la más bella; jamás traté de conseguir más de los dos o tres amigos que tenía y era feliz con una salida sencilla a comer helado. En ese momento todo estaba claro y mi vida como adulta poco me preocupaba: estaba segura de que saldría bien. 

      Eventualmente me convertí en bachiller de la República mesma y no podía ser más feliz. Nunca me gustó el colegio y definitivamente es una etapa que jamás repetiría. Sin embargo, para ese entonces estaba muy clara de lo que venía: la universidad. Y no cualquier universidad, sino la Católica Andrés Bello; aquella que tanto critiqué y que juré no pisar para darle un propósito a sus aulas. Las cosas no siempre salen como una las imagina, pero salen como deben. La experiencia universitaria ha sido lo más arrecho y satisfactorio que he vivido en mis cortos 22 años de vida. No puedo encerrar en este post ni en otros mil todo lo que viví y aprendí a nivel académico y personal. A muchos les dolió dejar el colegio, a mí me duele cerrar esta etapa. 

      Fueron cinco años donde crecí, aprendí, conocí, lloré, reí, me enamoré, perdí, gané y sobre todo todas las cosas, maduré. Ya no soy la Rebeca que no se preocupaba, la indiferente, la segura, la malota que no necesitaba de nadie... Ahora soy otra persona, una más compleja y con más que ofrecer. Soy una mujer con inseguridades, pero que las asume. Soy una mujer con aspiraciones, con una mente tan abierta como nunca creyó que la llegaría a tener. Y sí, sigo siendo la que le gusta de Disney y el anime de su infancia; la que le gustan las comiquitas y definitivamente sigo siendo feliz con salir a comer helado. Pero ahora también soy alguien que quiere salir a bailar, que quiere conocer, que quiere escuchar las historias de las personas que se cruzan en su camino, que no se conforma, que tiene relativa paciencia, una persona con humildad y con ganas infinitas de echarle bolas a la vida. 

      Aún hay muchas cosas que me cuestan, lecciones que no aprendo y capacidades por desarrollar, pero todo a su debido tiempo, ¿o no? 

      Lo que si admito es que después de cinco años que me dejaron tanto, no veo la vida tan clara como lo hacía cuando estaba desesperada por no usar más aquella chemise unicolor y ese pantalón azul marino de mal gusto. No sé qué esperar. No sé qué será de mi en un año cuando entre en este blog a leer "lo ridícula y gafa que era"...

       Pero si quiero llenar el vacío que me dejó terminar con esta etapa de mi vida, debo terminar la tesis que me espera ahí, en una ventanita minimizada y mirándome con reproche. 

Amanecerá y veremos, amigos.

     

miércoles, 10 de julio de 2013

Rebe te cuenta:

Creo que no hay nada que aprecie más que la lealtad y bondad que una persona pueda tener hacia a mí. Si eres bueno conmigo y tratas de alegrarme y hacerme parte de tu vida, aprenderé a valorarte y ver tus virtudes; tolerar los defectos y dejar ir las pequeñas fallas.

Hay que saber agradecer. Period.

viernes, 22 de marzo de 2013

"El arpa de hierba"

Para mí, los libros son como las personas: buenos o malos, siempre te dejan algo positivo cuando pasan por tu vida. "El arpa de hierba" es una historia sumamente simple, pero llena del ingenio que caracteriza a Truman Capote. Tardé muchísimo en leerlo por lo dispersa y desorganizada que soy, pero menos mal que fue así; de lo contrario, nunca hubiese leído esta frase en el momento preciso:

"He leído que el pasado y el futuro son una espiral cada una cuyas vueltas contiene a la próxima y predice su forma. Quizás sea así, pero mi propia vida me ha parecido más bien una serie de círculos cerrados, de anillos que no se desarrollan con la libertad de una espiral. Para mí, pasar de uno a otro de esos círculos significa un salto, no un deslizamiento suave. Lo que me debilitaba era el intervalo entre ellos, la espera mientras no sabía hacia dónde debía saltar".

A veces ocurre que pareciera que el autor se metió en tu alma y dejó algo especialmente para ti. Cursi y todo, así lo sentí y así me siento.

jueves, 14 de marzo de 2013

De perdón y otras cosas

Y me doliste porque me gustaste. Me gustaste como me gusta el rosado o los nuggets de McDonald’s. Me gustaste como una clase cancelada o un 9,50 en la materia más jodida de todas. Me gustaste bonito, tan bonito como un atardecer o un cielo estrellado; como el Ávila cuando es iluminado por el sol o lo rodean las nubes de algodón.
Me gustaste y me vi a mí en ti. Vi lo que amo y lo que odio. Lo que deseaba y lo que temía.
Me gustaste y yo te gusté. Luego me ilusionaste y te llevaste todo en un abrir y cerrar de ojos. Huiste y me borraste como si nada hubiese sido tan bonito.
Y me dolió. ¡Maldita sea, sí que dolió! Porque aunque fueron solo meses, me gustaste bonito y cuando uno gusta bonito no hay medida temporal que valga. 
Viví de rencor e ira. Pasé a odiarte y ya no aplicaba la palabra bonito. Te deseé mal y te miraba con desprecio. Te odié como odié al pescado la primera vez que lo probé. Te odié como se odian las matemáticas. Te odié como el calor y el sudor.
Pero la ira se fue y el dolor también. Ahora sé que nada fue por mal. Que todo fue un error. Quizás si hubiese llegado en otro momento… Ya no importa. Huiste porque no sabías qué hacer. Huiste porque yo te gustaba bonito, pero a ella la amas.
Probablemente ya no te importe, pero me complace decirte que te perdoné. Ya no me gustas bonito.
Finalmente puedo decir que te deseo el bien.